Una mujer programadora en la cima de Silicon Valley

La ingeniera gallega destaca por sus conocimientos en uno de los lenguajes de programación muy poco conocidos y con más demanda.

Se hizo el pasaporte para su primer trabajo. Su abuela no entendía muy bien por qué se iba tan lejos. Tampoco entiende muy bien por qué sigue al otro lado del mundo, pero ella tiene claro que aquí es donde su labor tiene crecimiento e impacto. Míriam Pena, nacida en la localidad de Bueu, en Pontevedra, prefiere no dar su edad. Sabe que es uno de los requisitos de este medio, pero considera que guardar ese dato es uno de los aspectos que deben cambiar. “No le di importancia hasta que llegué a Estados Unidos y me di cuenta de que preguntar por el barrio, el colegio o detalles similares pueden definir tu etnia y llevar a discriminación, también de género”.

Desde la azotea de AdRoll, la empresa donde trabaja, en pleno barrio de Mission y muy cerca de SOMA, los vecindarios con más actividad creativa y tecnológica de San Francisco, explica cómo llegó hasta la capital de la innovación, y el reconocimiento del que goza.

Pena es una rareza. Ingeniera Informática por la Universidad de A Coruña, se especializó muy temprano en Erlang, un lenguaje de programación minoritario. Esta decisión ha marcado su carrera. Erlang se creó hace más de 30 años, como un proyecto de Ericsson en Suecia, y sigue siendo uno de los lenguajes de programación usados por corporaciones y startups por igual.

Su primer empleo fue en Nomasystems, una empresa gallega con vocación internacional. “Eran pioneros en aplicaciones móviles incluso antes de que fuese algo popular”, destaca. Entró para participar en un proyecto de industria solar para recogida y gestión de datos. Esa es precisamente una de las virtudes del lenguaje que maneja, la capacidad de trabajar con cantidades ingentes de datos, en bloque.

En Nomasystems le ofrecieron irse a Egipto. Ella nunca había salido de España. “Me recogieron con chófer. Era Ramadán y yo no sabía ni cómo vestirme con tanto calor. Me trataron muy bien. Sentí que podía hacerlo bien y fue mi primera experiencia laboral hablando siempre en inglés”, recuerda. De ahí se fue a Suecia y descubrió el invierno del norte de Europa, otra experiencia para no olvidar: “En diciembre era de noche todo el tiempo y vas con dos capas de ropa debajo. El cambio cultural y social siempre enriquece. Aprendes de otros métodos y formas. En España se ve mal si te vas a casa antes de las siete de la tarde. En Suecia, a las tres, todos fuera”.

Ahí fue cuando dio un gran salto en su capacidad técnica, sentada junto a uno de los creadores de Erlang: “Aprendí la importancia de la calidad del código. Crecí mucho en estructura y calidad”.

Tomado de: https://elpais.com/

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